Anti-edad


Veo en los suplementos dominicales destinados al día de la madre a un montón de muchachas con cuerpos premenstruales encarnando a sonrientes madres que reciben sus regalos y me pregunto sobre el trágico significado que subyace en el sintagma: CREMA ANTIEDAD. Poco después leo esto en Primeros materiales para una teoría de la jovencita: "Toda la incomprensible agitación de la jovencita está gobernada en cada uno de sus puntos, a imagen de esta sociedad, por el desafío oculto de hacer efectiva una metafísica falsa e irrisoria cuya sustancia más inmediata es tanto la negación del paso del tiempo como, igualmente, la ocultación de la finitud humana"
(encontrado en el muro de Facebook del café El Molar gracias a Susana Duarte)

Matar a un elefante



"[...] Era evidente que el elefante no volvería a levantarse, pero no estaba muerto. Respiraba de forma muy acompasada, con largos y sonoros jadeos, el enorme bulto de su flanco subía y bajaba con dolor. Tenía la boca muy abierta; alcancé a... ver las profundas cavernas rosa pálido de la garganta. Esperé durante largo tiempo a que muriera, pero su respiración no se debilitaba. Por último descargué los dos tiros que me quedaban en el lugar donde pensé que estaría el corazón. La sangre espesa manó como terciopelo rojo, pero siguió sin morir. Ni siquiera se estremeció cuando lo alcanzaron los disparos, su torturada respiración continuó sin pausa. Se estaba muriendo, muy despacio y con gran agonía, pero en un mundo alejado de mí en el que ni siquiera una bala podía hacerle ya daño. Sentí que debía poner fin a aquel espantoso sonido. Era espantoso ver a la enorme bestia allí tumbada, incapaz de moverse y, aun así, incapaz de morir, y no lograr siquiera acabar con ella. Mandé a buscar mi rifle pequeño y le descerrajé un tiro tras otro en el corazón y por la garganta. No parecieron causar ningún efecto. Los torturados jadeos continuaron con tanta regularidad como el tictac de un reloj.
Al final no pude soportarlo por más tiempo y me marché. Más tarde oí que había tardado media hora en morir. Los birmanos acarreaban dagas y cestos incluso antes de que me fuese, y me contaron que por la tarde ya lo habían despojado de la carne casi hasta los huesos [...]".

Matar a un elefante, George Orwell
Orwell en Acuarela Libros

mensaje + reseña crítica de Ignacio Castro sobre la Jovencita



















Queridos amigos,

Quiero recomendaros hoy Primeros materiales para una TEORÍA DE LA JOVENCITA, un libro que me ha parecido precioso, de lectura obligada para entender de otro modo nuestro presente, llevando al extremo su Apocalipsis latente. Es tan intenso, este libro, que con frecuencia estar de acuerdo o no carece de importancia dada la estela de sugerencias que genera cada pasaje.

Y esto no tiene nada que ver con una frivolidad estética. Lo que Teoría de la Jovencita tiene de provocativo, de elitismo "terrorista", de implacable precisión, a veces despiadada, creo que es una excelente virtud para quitarle la capa de polvo y naftalina que con frecuencia rodea a lo que entre nosotros llamamos izquierda, este apoltronamiento alternativo.

Después, en otro plano, menciono algunas dudas y unas posibles insuficiencias ontológicas, quizás debidas a una excesiva dependencia de Hegel y Marx. Pero creo que se trata de un libro enorme que todos nuestros amigos, si todavía (como dicen) buscasen algo, debería leer.

Abrazos,
Ignacio Castro Rey

Teoría de la Jovencita

“¡Ah, pero qué asquerosa eres!” Al modo del collage urbano, mezclando en distintos tipos de letra anuncios con tópicos cotidianos (“¡No te comas el tarro!”) y fragmentos cargados de una profundidad analítica delirante, este libro hará las delicias de quienes estén interesados en la subversión de nuestro mundo. Aunque, francamente, no es seguro que Teoría de la Jovencita, publicado recientemente por Acuarela & A. Machado, sea “un libro de amor” o hable sobre la imposibilidad del amor en nuestra estructura social, como dicen los editores en la contraportada. Si lo es, se trata de un amor del cual tampoco son capaces los autores, la mítica constelación llamada Tiqqun. Pero sí se debe decir que este libro posee una rara belleza. Y una inmensa riqueza, pues resulta sencillamente precioso ver el mundo con los ojos de otro mundo. Precisamente uno de los posibles defectos de Teoría de la Jovencita es que su misma radicalidad empuja a una lectura estética de la superficie, amenazando dejar todo como estaba. En todo caso Tiqqun, en este texto de sus comienzos en 1999, elabora una radicalidad que funciona a ráfagas,

Levantando el sombrero XXVII

(entrada en Jugando entre las ruinas, blog de Álex Portero)


Al amanecer, enciendo el ordenador y me llega un grito del "Gran Jefe Bandana", mi amigo Javier Lucini (célebre y probo conspirador junto con sus compañeros de la Editorial Acuarela), que anuncia la muerte del gran Harry Crews, en Florida, a la edad de 76 años.
Puñetazo en la boca del estómago para desayunar.
Reflexiono: está claro que escribir con las vísceras sobre la mesa, contar la verdad, pasa factura. Observo una fotografía del bueno de Crews, y veo arrugas, cicatrices, veo a un tipo duro por el que ha pasado la vida dejándole muescas y una mirada de acero, un anciano con una puta cresta mohicana, todo en él parece decir: "¡¡no me toquéis los huevos, todavía puedo agarraros el pescuezo con una jodida mano y seguir escribiendo con la otra, bastardos!!"
Sigo reflexionando: el mundo está hecho para quienes no quieren ensuciarse, vivimos en la "cultura" de la asepsia, física y moral, hemos desterrado los pantanos de la conciencia. Todo ha de brillar, todo ha de ser nuevo, aceptamos una vida en suspenso sustituida por fantasmagorías repletas de estímulos virtuales que nos mantienen a salvo, ajenos al latido, exentos de pulsión, hermosos, delgados, perfumados, con los dientes blancos y el corazón aún más blanco.
Los perdedores, los parias, los sucios, los ignorantes, los benditos grotescos, los violentos, los feos, los que le echan ovarios, las que le echan cojones a la vida, los que nunca ganan, los que sudan, los que se equivocan, los que acumulan cicatrices y heridas,
los que no salen en las películas si no es para ser objeto de mofa,
los que no aparecen en la publicidad,
los que no existen, ni cuentan,
los que solamente mueren en las estadísticas,
todos y cada uno,
agradezcan al gran Harry Crews que haya sido su bardo terrible,
que hiciera el trabajo sucio,
contándolo
sin ahorrarse detalles,
y que lo convirtiera en alta literatura.
Alguien tenía que hacerlo.
Y nadie pudo haberlo hecho mejor.

Que la paz del desierto sea contigo maestro.
D.E.P.


"Yo solamente miento cuando escribo novelas"
Mario Vargas Llosa (aún vivo y terso, impoluto a sus 76 años, encuentren las siete diferencias)

Á.

El deseo como campo de batalla


por Ana Chicote

“Nuestra disposición a deshacernos en relación con otros constituye la oportunidad de llegar a ser humanos. Que otro me deshaga es una necesidad primaria, una angustia, claro está, pero también una oportunidad: la de ser interpelada, reclamada, atada a lo que no soy, pero también movilizada, exhortada a actuar, interpelarme a mí misma en otro lugar y, de ese modo, abandonar el “yo” autosuficiente considerado como una especie de posesión.” Judith Butler (Dar cuenta de sí mismo, violencia ética y responsabilidad)

Este libro de Acuarela Libros tiene la virtud de llegar en un momento idóneo. Si algo ha puesto en evidencia la crisis del capitalismo salvaje es lo que Richard Sennett vaticinaba en 1998 al final de La corrosión del carácter: "Un régimen que no proporciona a los seres humanos ninguna razón profunda para cuidarse entre sí no puede preservar por mucho tiempo su legitimidad".

Primeros materiales para UNA TEORÍA DE LA JOVENCITA es una crítica feroz de cómo un sistema basado en el mercado ha colonizado lo más íntimo e idiosincrásico del ser humano: la subjetividad, lo íntimo, las emociones, las pulsiones, el deseo singular, la misma capacidad de amar. El control de los ciudadanos ya no se ejerce desde un “afuera”, sino desde dentro de los propios seres humanos, que asumen el control de sí mismos para adaptarse a un deseo expropiado: la publicidad y la ciencia médica nos dicen en qué consiste biológica, genética y socialmente el amor, y el mercado nos lo vende para que lo consumamos. Se trata de la interiorización de la lógica capitalista en lo que parecía un reducto inconquistable de “autenticidad”, de rebelión contra el poder social.

La figura de “la Jovencita” encarna este deseo expropiado, alienado. A Tiqqun no le interesa describir quiénes son los sujetos que se adaptan a este modelo ideal de individuo, sino las prácticas que consisten en lo que ellos llaman el “proceso de jovencitización” o el convertirse en Jovencita: el deseo ensimismado, el deseo vacío, el deseo indiferente al otro, cuerpos reducidos a meros continentes que no conectan con su “intimidad” ni con la de otro. La Jovencita no está necesariamente adscrita a un cuerpo de mujer -aunque algunos de sus rasgos se asocien paradigmáticamente a la “feminidad” y por esto quizá sus autores hayan convenido en elegirla-, porque que todos somos consumidores de formas de vida atractivas (productos de marketing), nos obsesionamos por la juventud y la salud, nos esforzamos por adaptar el propio cuerpo a los cánones de belleza y a los usos amorosos de nuestra época, nos desvelamos por nuestra apariencia, odiamos la soledad y rechazamos lo que hay de trágico el ser humano (siempre hay que pensar positivamente), tememos al compromiso, pues esto implica la renuncia y el cierre de otras oportunidades, tememos el encuentro con lo diferente y singular (lo que no se adapta a la garantía de lo conocido), vivimos en la inmediatez y redefinición permanentes, etc.

Aunque el asunto de este libro tiene precedentes históricos (el análisis del narcisismo consumista y de la sociedad del espectáculo, la crítica feminista al poder que se extiende hasta lo privado), su interés o su novedad radica en que no es un ensayo sociológico al uso. Con un lenguaje abstracto entre lo poético y lo filosófico, que alterna el tono grave con el irónico y en ocasiones humorístico, no se propone analizar con detalle las condiciones sociales e históricas en que uno se convierte en un cuerpo-valor de cambio y tampoco sigue un discurso lineal. Escrito con citas dispersas de diversa procedencia (desde autores como Klossowski, Gombrowicz o Proust, hasta artículos de revistas femeninas, pasando por reflexiones de cosecha propia), configura una especie de prisma que desde sus distintas caras describe de forma sugerente cómo la Jovencita experimenta cotidianamente lo que los autores llaman la “nuda vida”: la vida vacía, la vida sin sentido porque nunca se compromete con nada, nunca se detiene auténticamente en nada fuera de sí misma.

La Jovencita es una “modesta empresa de depuración” de todo lo que no contribuye a la circulación del deseo mercantil vendible: la negatividad, la soledad, la enfermedad, la fealdad, el peligro, el compromiso, la muerte… Sin embargo, si, como afirman sus autores, “lo que le queda de humanidad es la causa de su sufrimiento” -una imperfección, por tanto, que también hay que erradicar-, ahí podría residir también la posibilidad de resistencia: “Sólo en el sufrimiento es amable la Jovencita. Salta a la vista aquí una potencia subversiva del trauma”. El sufrimiento puede interpretarse entonces como un síntoma de lo que no se adapta, aquello que “deshace” la fantasía de ser sujetos omnipotentes.

Cómo se convierte uno en objeto de deseo tiene que ver también con los “afectos estándar”, con lo que se supone que debemos sentir, cómo se supone que debemos preparar a nuestros cuerpos, moldearlos para que tengan una vida afectiva y sensual adecuada. Esta es, fundamentalmente, la segunda parte del libro titulada “Hombres-máquina: modo de empleo”, una ampliación del concepto de Jovencita. Los hombres-máquina son autómatas emocionales que responden al dictado de la nueva ciencia médica, de corte biologicista-determinista: “vosotros, vuestras alegrías y vuestras penas, vuestros recuerdos y vuestras ambiciones, vuestro sentido de la identidad y del libre albedrío, todo esto no es en realidad más que el comportamiento de una vasta reunión de células nerviosas y de las moléculas que están asociadas a ellas. Como habría podido formularlo la Alicia de Lewis Carrol: “¡usted no es más que un paquete de neuronas!”. Esta ideología científica dictamina que el amor es una “simple reacción química” y ofrece prótesis para nuestros cuerpos desfallecientes (como por ejemplo el viagra): “La humanidad futura debe ser funcional y funcionar en todos sus aspectos, incluso si a veces opone resistencia. Cada disfunción representa una falta de eficacia que debe ser corregida. Empalmarse cuando toca o desaparecer”.

Se trata de una ciencia médica que ha ocupado el lugar de la vieja moral para convertirse en un “moralismo fisiológico de masas”: “todos bellos, todos bio”. “El Biopoder está disponible en cremas, píldoras y aerosoles”. “He aquí el tiempo de la farmacología cosmética”. Es un deber moral estar sano, si uno no cuida de su cuerpo y enferma será porque lo habrá querido y deberá responsabilizarse individualmente de su enfermedad. De nuevo la ilusión del individuo autosuficiente y omnipotente que nos vende la publicidad (como si no nos enfermara el aire que respiramos, la comida que tomamos o los trabajos que desempeñamos). Sin duda, las nuevas reformas sanitarias irán por este camino, encarnando una suerte de “darwinismo social-mercantil” en el que sobrevivirán los fuertes. “Habrá de un lado la comunidad de «sanos» y del otro lado los «enfermos». Prestando atención al Nietzsche más dudoso, la primera huirá de la segunda como de la peste.”

Los cuerpos convertidos en mercancías, repite Tiqqun. El “yo” -afectos, pulsiones, deseos- considerado como propiedad, expuesto en un escaparate e intercambiado por otra “cosa” que conserve o aumente mi posesión. “El hombre convertido en cosa considera sus sensaciones con un curioso desapego: nada le pertenece exceptuando las cosas y solamente puede desear las cosas, o a los otros en la medida en que ellos mismos son cosas”. Sin embargo, lo que caracteriza la humanidad que hay en nosotros es la capacidad de que lo desconocido, de que lo otro, lo distinto, nos cuestione y nos “deshaga” -como dice Butler en la cita con la que comenzaba este texto-, con el riesgo, la angustia, el sufrimiento que eso implica para nuestro “yo soberano”, pero también como una oportunidad que nos moviliza, nos cuestiona y nos cambia.

Este ensayo es sobre todo una crítica a esas formas de vida sometidas, mecanizadas. Solo en las últimas páginas se hace un llamamiento a la emancipación de nuestros “cuerpos deseantes” para “comenzar a concebir la posibilidad de comunidades”. “La comunidad (…) significa: realizar el potencial de insurrección y de invención de los mundos subyacentes a todo vínculo verdadero entre seres humanos”. Quizás lo que se echa de menos en el libro es el desarrollo de la idea de estas comunidades posibles, la descripción, en paralelo a la crítica de las figuras de la Jovencita o de los Hombres-máquina, de experiencias liberadoras de vínculo y deseo, de otras formas de relación entre los seres humanos, por eso el carácter de denuncia se hace, en ocasiones, difícil de asumir. No obstante, es precisamente la claridad con que perfila el comportamiento cotidiano de ese “estar en el mundo sin estar” (que por cotidiano pasa desapercibido, oculto bajo una “normalidad” acrítica) y la ligereza del discurso hecho a base de fragmentos lo que invita a seguir con la lectura y lo que constituye su mayor acierto.

Cada sociedad construye o perfila a los ciudadanos ideales capaces de vivir en ella ejerciendo una cantidad menor o mayor de violencia sobre los sujetos para que se adapten a ella. La violencia que se ejerce en la sociedad del “capitalismo cool” (como lo denominan algunos) no viene dada tanto por las armas o por la imposición de normas sociales represivas, como por la seducción. Si en el capitalismo de las finanzas es el valor abstracto el que se pone en circulación permanente y no tanto el dinero concreto y real que podemos contar en nuestros bolsillos, en las relaciones humanas los seres humanos solo lo son en tanto que portadores de una serie de valores que una sociedad basada en el consumo favorece y premia, cuerpos convertidos en monedas de cambio, todos iguales bajo la apariencia de “marcas distintas”. Ya no se trata solo de que consumamos un producto, sino de moldear nuestras emociones, nuestras reacciones, nuestras decisiones, codificándolas como “adecuadas” e “inadecuadas” para cosificarnos como formas de vida que, paradójicamente, se nos pretende vender. Pero cuando el sufrimiento que esa violencia silenciosa y cotidiana ejerce se hace insoportable, cuando escuchamos al ser humano que grita bajo esas “máscaras sin rostro”, que ya no quiere hablar más “a través de la voz de otros”, cuando la palabra y el cuerpo se reconcilian, ahí comienza la libertad.





El nuevo disco de El Hijo (crowdfunding)

La nueva aventura músical (y algo más) de Abel Hernández, miembro de Acuarela Libros desde sus inicios...


Amigos, soy Abel Hernández de El Hijo y esto es una llamada a vuestra participación. Para los que no me conozcáis mucho, igual os suena más Migala o Emak Bakia, dos grupos de los que formé parte hace un tiempo. Desde 2005 me dedico a mi proyecto en solitario, El Hijo, con el que hasta ahora he publicado los EP La piel del oso (2005) y Canciones gringas (2006), los álbumes Las otras vidas (2007) y Madrileña (2010) y el single (junto a Ornamento y Delito) Soltero Negro (2011). Todos han tenido buena acogida por parte de público y crítica.

LOS MOVIMIENTOS
De cara al tercer álbum de El Hijo decidí girar en redondo en muchos aspectos, artísticos y de otra clase. Sobre todo me propuse esmerarme al máximo en lo que pudiera ofrecer como músico que divulga sus canciones y, más allá, también ampliar y enriquecer esa faceta pública de mi música. Por ello dije adiós al que fue mi sello durante casi 15 años, Acuarela Discos, no con idea de fichar por otro, sino para empezar a gestionar de manera más independiente, personal y cuidada cada uno de los aspectos de El Hijo y para salir al encuentro de ese grupo de personas que generosamente vienen siguiéndolo, apoyándolo y sirviendo de estímulo. (Aprovecho para agradeceros aquí vuestro apoyo, vuestro amor y vuestra fuerza).

CAMBIO DE RUMBO
Esta propuesta que lanzamos a través de Verkami es al mismo tiempo resultado lógico de tal cambio de rumbo y algo que lo ha impulsado. Había otras posibilidades para sacar adelante el nuevo disco (incluso algunas propuestas discográficas) pero doy el salto. Me gusta esta posibilidad inteligente de retomar el Háztelo tú mismo. Me gusta que El Hijo sea comunicación más allá incluso del mismo mecanismo de la música, en su misma gestión y materialización física. Me gusta la idea de que sea construido gracias al movimiento de unos cuantos, a una nueva riqueza compartida, hecha de pequeños dones. Creyentes, mini-socios y un proyecto de Pop apoyado por una pequeña comunidad en lugar de un gran engranaje. Algo más que un mercado donde se intercambia de forma anónima música por dinero. Sustento. Cuidado. Vínculos. Contacto sin interruptores ni extraños circuitos. Personas concretas con quien compartir lo que resulta de la pasión por la música. Trato justo. Me gusta porque todo tiene mucho más sentido.

CÓMO HEMOS HECHO EL DISCO
David T. Ginzo, Javier Monserrat, Xose Luis Saqués y un servidor hemos trabajado mucho en un disco muy especial. Tras 6 meses de preparación (entre marzo y agosto), en septiembre estuvimos grabando en el Conservatorio de Altea con Daniel Ripoll, luego, en noviembre y diciembre, en la Zona Temporalmente Autónoma de Torrijos con Carlos Toronado y en el estudio de Raúl Fernandez ‘Refree’ en Barcelona. Hace apenas unos días terminamos las mezclas en Estudio Uno de Madrid con Pablo Pulido ‘Babe’. La consecuencia es Los movimientos, el que será tercer álbum de El Hijo, y del que más orgulloso y seguro he estado de todos los que he hecho. Me gustaría invitaros a que colaboréis en su publicación.

QUÉ HARÉ CON EL DINERO
El dinero que obtengamos gracias a vuestra cooperación se dedicará íntegramente a pagar los gastos de terminación del mismo y de mastering así como la fabricación de vinilos, CDs y cassettes, y los gastos del resto de recompensas con que agradeceremos vuestro mecenazgo. Os ofrecemos recompensas que van del adelanto on line al concierto particular en domicilios o salas de conciertos. Los vinilos serán de 180 gramos y fabricados con la máxima calidad, fabricaremos cassetes y los personalizaremos y habrá una edición especial en cinta de 4 pistas donde podréis crear mezclas alternativas. También podréis conseguir unas pocas Polaroids en color y blanco y negro que hemos ido sacando durante la grabación y mezclas. Incluso uno o una podría tener todos los secretos de Los movimientos en sus manos, pues habrá una única copia de un dispositivo digital exclusivo que contendrá las 500 pistas de audio con que hemos dado forma a todas las canciones.

Ojalá os interese. Sería el principio de algo estupendo.

Para apoyar: verkami.com

www.elhijo.es