Este años damos la chapa en el Rototom


Este sábado 16 de agosto llegamos al festival Rototom Sunsplash, en Benicássim, con un maletero lleno de copias de Bass Culture: la historia del reggae (y alguna cosilla más) y mucha ilusión para compartir un puesto con nuestros amigos de Black Star (no se pierdan su primera joya: La leyenda de Sugar Minott y Youth Promotion).

Para quienes tengáis la suerte de estar por allí, os animamos a visitarnos, estaremos toda la semana, hasta el sábado 23 de agosto, junto a la Reggae University, muy cerca del Foro Social. Además de los libros, tenemos sorpresas en forma de chapa o imán (que ha diseñado nuestro amigo Carlos Ruano). Ahí van unos ejemplos (hay más), a ver si os gustan.



No encuentro el diseño... así que ahí va una chapa materializada.














La música jamaicana como ágora del pueblo: Catarsis rocksteady (bibliografía reggae)

Una parada obligatoria en la bibliografía reggae es Catarsis rocksteady: la edad dorada de la música jamaiquina, una crónica sentimental, de Lutxo Pérez. Debajo exponemos algunos de los motivos por los que nos ha cautivado el libro, pero más de allá de su contenido, hay que destacar la valentía de Lutxo al lanzarse a la aventura cuando la música jamaicana -que en otros idiomas tiene un gran número de títulos- atravesaba en el panorama editorial español un largo desierto apenas salpicado por varias obras en torno a la figura de Bob Marley (más adelante tocaremos alguna de ellas). Lutxo rompió el hielo, abordando además un estilo jamaicano, el rocksteady, relativamente desconocido en España, y por todo ello se merece la Orden del Mérito Editorial Reggae, si es que existiese (que también daríamos a Black Star, sin dudarlo). Tras habernos quitado el sombrero, aquí van algunos argumentos por los que nos convenció el libro, que por cierto Rockdelux incluyó entre lo más selecto publicado en España el año pasado.

- Por mostrarnos la belleza del rocksteady, ese gran desconocido cuyo nombre tienes que repetir varias veces a tus amigas y amigos cuando intentas resumir la historia del reggae ("si el abuelo del reggae fue el ska, la madre fue el rocksteady..." ¿El qué? "El rocksteady." ¿Mande?...). ¿Qué es el rocksteady? Podríamos resumirlo como el ritmo más vacilón y elegante salido de Jamaica. O quizá como el soul de Kingston. Pero démosle la voz a Lutxo, que lo cuenta muy bien: 

La era rocksteady aterrizó sobre Jamaica en el otoño de 1966 y se esfumó apenas dos años más tarde, a mediados de 1968. El nuevo ritmo, que recibió su nombre del último baile de moda , supuso el puente estilístico entre el ska -primer ritmo nacional- y el reggae -sinónimo de Jamaica en el mundo a partir de los años 70-. Técnicamente, el rocksteady se diferencia de su antecesor en el tempo, que se redujo a casi la mitad, y en un nuevo patrón de bajo (la verdadera madre del cordero) que abrió de par en par las puertas del futuro.

Tal y como explica el británico Steve Barrow, célebre historiador de la música jamaiquina, las líneas de bajo que sustituyeron al monolítico "walking bass" del ska fueron la verdadera clave del tránsito estilístico. 'El rocskteady rompió el ritmo. Hizo que las notas de bajo se tocaran agrupadas siguiendo un patrón, en vez de una línea continua. La batería y todo lo demás seguían al bajo y [el guitarrista] Lynn Taitt fue el hombre que orquestó todo.   

(...) El soul que se facturaba en EEUU fue el faro que  iluminó el tránsito estilístico entre los dos géneros eminentemente pioneros de la cosa jamaiquina. (El rocksteady fue)una factoría de soul sincopado con sabor a mar Caribe, capaz de hacer frente a los catálogos de las gloriosas Motown, Atantic, Hi y Stax de los dorados años 60. Llegada la pausa, la escena jamaiquina fue capaz de igualar la exuberancia orquestal del soul americano y su profundidad argumental.

Si hay un aspecto destacable del rocksteady y que queda bien claro en Catarsis, es la belleza de las canciones de este estilo, que para muchos fue la cumbre musical de la isla. Creo que queda patente en esta lista de Spotify confeccionada por el propio Lutxo.



- Por la narración en primera persona, todo lo contrario a la posición del erudito en plan "ahora os voy a enseñar yo la verdad, pequeños ignorantes", sino como el deseo irrefrenable de compartir algo que nos ha emocionado, situándolo además en el devenir personal, inseparable de las sensaciones que nos embargan cuando escuchamos música. Quizá la palabra clave sea por eso "compartir", un impulso que nos sigue manteniendo vivos en Acuarela y que ha sido precisamente el motor para publicar Bass Culture: la historia del reggae (Lloyd Bradley). A partir de esta premisa, Lutxo va hilando un relato personal lleno de pasión, humor, emoción por los hallazgos musicales...  Si bien es cierto que, como dice Lutxo en su introducción, resultaría exagerado decir que el rocksteady (o el estilo musical que sea) te "salve la vida", él mismo demuestra en el libro la capacidad de las canciones para transformarnos (para bien). Como tú, Lutxo, creemos firmemente en el poder exorcizante de la música. En su poder catártico. Y si además se trata de ritmos jamaicanos, creemos que es posible ahuyentar con música al mismísimo diablo para que se vaya a tocar los pelotas a otro planeta.


Duke Reid sale a hombros.
- La estructura del libro, de pequeños epígrafes que se van devorando y, como en un gigantesco puzle, van haciendo avanzar la historia hasta tener una visión global del asunto. En este discurrir de historias -que demuestra la capacidad de Lutxo para entrelazarlas y ampliar su significado- hay un sinfín de personajes apasionantes y anécdotas alucinantes que no solo llenan de color la historia sino que nos acercan mucho más a la vibrante escena musical y social de la segunda mitad de los sesenta en Jamaica. Porque, pese a su corta duración, el rocksteady es un resumen perfecto de casi todos los elementos esenciales de toda la producción musical jamaicana, como dice Lutxo: "el síncope, la fugacidad, la producción frenética de éxitos, la fiera competencia, los empresarios visionarios y malos pagadores, el sound system como laboratorio de pruebas, la economía de medios como motor de la creatividad, el diálogo que las canciones establecen entre sí y algunos de los robos más descarados de todos los tiempos".

- Pero dejémonos de monsergas y vayamos al grano. Ahí van unos cuantos ejemplos de canciones rocksteady que Lutxo comenta en el libro y que pueden dar una idea de los monstruos musicales que recorrían por entonces la isla antillana (por cierto, quienes hayan leído el prólogo a Bass Culture: la historia del reggae comprenderán el porqué de la primera canción elegida):

Shanty Town, Desmond Dekker
Cry Tough, Alton Ellis
Swing Easy, Soul Vendors

Tougher than Tough, Derrick Morgan (¡Qué letra! Aquí tenemos la esencia de los rude boys, en algunos aspectos predecesores de los rastas: Rougher than rough, tougher than tough. Strong like lion, we are iron. Rudies don't fear no boy, rudies don't fear)
Train to Skaville, Ethiopians
Stop that Train, Keith & Tex
Blam Blam Fever, Valentines

Precisamente, si hay algo que nos gusta mucho de Catarsis, son las numerosas playlists que incluye al final, un gustito para nuestras orejas.

Desmond Dekker. Grande.

- Por último, quería rescatar estos párrafos del libro que reflejan muy bien uno de los aspectos que más me gustan del reggae y la música jamaicana en general (como quise explicar, mucho más torpemente, en Una cultura supersónica), es decir, el concepto del acontecimiento sonoro y la creación-representación musical como encuentro, como celebración colectiva, como plaza:

"Las canciones que viven en permanente diálogo entre sí mismas fueron una herencia de aquellos hombres y mujeres que llegaron desde África a bordo de infames barcos de esclavos. La música, ya lo hemos dicho, era parte esencial de la identidad grupal de aquella gente. Como Public Enemy se autoerigían "la CNN de los negros", las escenas musicales de ascendencia africana siempre han enfocado su discurso a la comunidad de la que proceden, dan cuenta de sus circunstancias y utilizan su mismo lenguaje.

"Los creadores jamaicanos, como el resto de músicos negros del resto de naciones, siempre han dirigido su arte al pueblo, a la calle, al gueto, a los más desfavorecidos. Sus letras hablan sobre asuntos cotidianos y vienen formuladas en los mismos códigos que utiliza la audiencia (sus mismas expresiones y actitudes). En este sentido, la literatura de la música jamaiquina funciona como un bumerán en constante trasiego entre creadores y público (con el factor potenciador que supone las condiciones de aislamiento del país).

"Siempre con la audiencia como juez y parte, la escena jamaiquina funciona como un ágora: uno suelta su discurso y cualquier de los presentes tiene la capacidad de ejecutar una respuesta que, normalmente, sigue los mismos patrones estéticos en que ha sido formulado el argumento inicial.

"Piensen en la rama de la literatura rude boy, sus juicios ficticios y la repercusión de estas canciones en la sociedad. Alguien envía una opinión musicada y, como estamos frente a un tema de candente actualidad, pronto habrá alguien que responda (normalmente, desde una postura estético similar). Si Prince Buster crea la figura del Juez Dread, las respuestas a esa canción harán mención a ese mismo juez, le volverán a dar vida para magnificarlo o ridiculizarlo, o crearán un nuevo juez que case mejor con su discurso.

"Esto que ocurría en el plano literario, como decíamos, pronto se contagiará al discurso musical (...)  En la mercancía hurtada (...) incluimos de todo: desde un verso de amor, una introducción, las notas de saxofón o el falsete de Curtis Mayfield. Jamaica hizo del plagio una causa. Inoculó el robo en su ADN y, al sumarlo con el resto de sus elementos esenciales, se naturalizó lo de tomar prestada materia prima de aquí y allá, copiar descaradamente y mirar hacia otro lado. Pero no les maldigan todavía. Esta horda de ladrones lo hace guapo, como el Vaquilla y el Torete a lomos de un Seat Mirafiori. […] la copia siempre daba una vuelta de tuerca a la idea original, la matizaba y personalizaba, la actualizaba. La llevaba un paso más allá".

El reggae que se lee

Sancho Ruíz Somalo
(artículo de Jaime Bajo en Diagonal)
 
Al igual que ocurre con otros estilos musicales considerados por la industria musical como minoritarios, el reggae parte de una situación de desventaja en lo que a publicaciones temáticas se refiere. “Supongo que el mundo editorial refleja cierta podredumbre cultural extensiva a muchos otros ámbitos. Desde mi punto de vista, son varios los factores que explican la situación. En primer lugar, la prensa musical nunca ha sentido respeto por la música jamaicana. Esto se ve reflejado en las publicaciones mayoritarias, donde la presencia del reggae ha sido la excepción. Asimismo, hasta la llegada del Rototom a Benicàssim, en los medios se tenía la percepción de que además de ser una expresión cultural menor, su ámbito era muy restringido y minoritario”.

Estas palabras corresponden a Daniel Tomás, factótum de la humilde editorial valenciana BlackStar y responsable de la traducción de La Leyenda de Sugar Minott y Youth Promotion, un libro escrito en origen por la periodista canadiense Beth Lesser. Tomás Cobos, traductor de Bass Culture: la historia del reggae –popular guía iniciática del escritor británico Lloyd Bradley–, coincide en el diagnóstico y va un paso más allá. “Otra respuesta más maquiavélica sería que es una música con un componente político importante (no me refiero sólo al mensaje rasta o de Black Power, sino al proceso colectivo y comunitario de creación musical y de baile-foro-plaza social que son los sound systems), por lo que no encaja en las tendencias de globalización y (SIGUE LEYENDO)


La leyenda de Sugar Minott y Youth Promotion (bibliografía y filmografía reggae)

Una de las grandes sorpresas positivas en el mundo del reggae en España en los últimos meses ha sido el nacimiento de Black Star, una editorial dedicada exclusivamente a los ritmos jamaicanos, toda una proeza que merece nuestra admiración, como ya comentamos no hace mucho.

Más aún, si se tiene en cuenta la elección del primer libro, La leyenda de Sugar Minott y Youth Promotion, de Beth Lesser, una obra que reconocemos que desconocíamos antes de verla publicada en español y que nos ha deslumbrado por muchos motivos. Aquí están algunos:

- El personaje. Sugar Minott fue ante todo una persona implicada en su comunidad, en el gueto jamaicano, un artista que se encontraba en las raíces de, en nuestra opinión, la esencia de la música jamaicana: el carácter colectivo, la utilización de la música como un lugar de encuentro para el pueblo y como un lenguaje de orgullo e identidad de los más humildes. En su prólogo al libro, Carlos Monty dice que Sugar era un tipo que buscaba "promover los talentos locales, dar refugio a quien lo necesite en su comunidad local, y sobre todo,  descubrir y cultivar el potencial de los jóvenes del gueto".


- El aspecto gráfico. Beth Lesser, además de escritora, es una grandísima fotógrafa que pasó muchos años visitando la isla con su marido Dave Kingston, inmersos en la escena de los sound systems jamaicanos de los ochenta. Durante esta época publicaron el fanzine Reggae Quarterly, y Lesser documentó con unas fotos aquella escena que se desarrollaba lejos de la mirada mercantil occidental, tras la muerte de Bob Marley en 1981. Prácticamente cada página del libro viene acompañada de una foto y, si el texto de Lesser es muy cercano, muy emotivo, por la amistad y el conocimiento de primera mano de muchos de los retratados y el contexto, las fotos reproducen esa cercanía de manera casi hipnótica y son además un documento impagable de una época que no debe pasar al olvido.


- El desfile de personajes, de los que en muchos casos hay muy poca o ninguna literatura, es apasionante, no solo porque nos han descubierto mucho territorio nuevo para bucear en los cofres del tesoro musical jamaicano, sino por unos retratos frescos y tridimensionales que dan a la historia profundidad y te sitúan de lleno en la escena de los sound systems jamaicanos. En ese sentido, es como mirar por el ojo de la cerradura y transportarse en el tiempo y el espacio a los dancehalls (salas de baile) de los ochenta. En la web de Black Star han subido este impresionante vídeo (de aquí que incluyamos esta entrada también en la filmografía reggae) de una hora en el que se captura una sesión del sound system de Sugar Minott, Youth Promotion, en un enfrentamiento (sound clash) con otro sound (Black Star).


- La entrevista final a Beth Lesser. Todo un acierto, ya que nos reconocemos en los ojos de esa extranjera blanca que quedó extasiada con los bajos abismales del dub y el reggae en general. Tanto nos ha gustado la idea de incluir esta entrevista a posteriori, con el punto de vista privilegiado que dan la distancia y el tiempo, que vamos a entrevistar en breve a Lloyd Bradley (autor de Bass Culture: la historia del reggae) replicando alguna de las preguntas a Lesser.

Para resumirlo todo, citamos de nuevo a Carlos Monty, en el prólogo del libro: "La historia de Lincoln 'Sugar' Minott es también la historia del reggae. La otra historia que no se vende en posters y camisetas para consumo masivo. La realidad del gueto no es bonita, ni para todos los públicos y solo está al alcance de los 'entendidos'. Pero es en los caminos duros y polvorientos donde se escriben las historias de verdadero valor universal y donde se abre la puerta a la esperanza de un mundo mejor, aunque sea a pequeña escala".

Estamos ansiosos por saber cuál será el próximo libro con el que se atreverá Black Star y, sobre todo, por tenerlo entre nuestros manos (¿Rub a Dub Style: The Roots of Modern Dancehall, también de Beth Lesser?). 

Aprovechamos además para anunciar (pronto con más detalle) que Acuarela Libros y Black Star compartiremos un puesto en el festival Rototom de este año (16-23 agosto). ¿O pensaba alguien que lo de las alianzas jamaicanas era marketing vacío?

Bass Culture: "Una obra esencial, por fin en castellano" (reseña en Rockdelux)

(Por Dr. Decker


Desde el momento de su edición original en 2000, “Bass Culture. When Reggae Was King” se convirtió en una obra referencial, una especie de Biblia del sonido jamaicano escrita por el periodista inglés Lloyd Bradley tras una exhaustiva investigación en Londres, Miami, Nueva York y, por supuesto, Jamaica. Por eso era tan esperada esta traducción al castellano, que rebautiza el volumen como “Bass Culture. La historia del reggae”, y que llega en un momento de mayor asunción de lo que la cultura musical jamaicana ha significado ... (LEE LA RESEÑA COMPLETA).